El exorcista José Cappel

Publicado en 26 noviembre 2024 por padrecappel 3 min

Relato realizado por el Monseñor Carlos González Cruchaga


Cuando llegué como Obispo de Talca en marzo de 1967 recorrí la diócesis acompañado de dos sacerdotes. Al llegar a Curepto me presentaron al Padre José Cappel y me dijeron que era el exorcista de la diócesis de Talca. No dije nada y traté de entender que hacía un exorcista en Curepto. Después supe que había sido nombrado por don Manuel Larraín para asumir los casos de intervencionismo diabólicos y los fenómenos difíciles de explicar. Me pareció atinado confirmarlo en esta misión y así lo hice. Pasaron los años y cada día admiraba más a este hombre pacífico, manso, humilde, de ojos celestes que no dominaba bien el castellano y seguía cenando a las seis de la tarde como es costumbre en Estados Unidos. Recuerdo que me repetía la historia del sacerdote norteamericano a quien le preguntaron que era lo más que le gustaba en Chile y el dijo “las empleadas”. Quería decir “empanadas”. Quedé convencido que a él le había sucedido esta equivocación. Conversamos largo en las frecuentes veces que me quedaba a alojar en la casa parroquial y varias veces abordamos el tema del exorcismo.


El Padre José creía en la existencia del Demonio y sabía como dice Jesús que “Satanás es el Padre de mentira” y que en Getsemaní “llegó el poder de las tinieblas. Tenía muy presente las tentaciones que hizo el Demonio en el desierto a Jesucristo.


Le preocupaba, el pasaje del Levítico 16, 2 al 28, del Antiguo Testamento en el cual aparece un demonio llamado Azazel que vivía en el desierto el cual se le llevaba un cordero negro después de sacrificar al cordero blanco en las ceremonias religiosas judías.

José era un hombre de fe sencilla y no cuestionable. Satanás existe y hace mucho daño porque busca el mal y el desorden. No era ingenuo y cada vez que llegaba alguna situación de personas que se creían poseía por el demonio él indagaba mucho antes de entrar en el caso.

Conocía “las casas cargadas”; “el mal del ojo”; la casa que se quema y la gran cantidad de conflictos que se presentan en forma extraña. Son problemas para-psicológicos; pero Satanás no está ahí. Tampoco está en la epilepsia y en tantas depresiones obsesivas. No era ingenuo. Era prudente y de muy buen criterio. Le molestaba mucho la moda del “satanismo” de los últimos años y no creía para nada que eso fuera obra del demonio. Le preocupaba esa corriente que ha hecho bastante daño porque es caricatura y no realidad.


Sumamente discreto


Tres veces le pedí estudiara casos extraños en la Diócesis que estaban entre lo sobrenatural y lo enfermizo o patológico. El estudiaba el caso, se daba el tiempo necesario y sólo ejercía su acción exorcista cuando se venía una realidad que ameritaba una intervención. Después no comentaba nada y si alguien le preguntaba, él con esa cara de niño inocente, sonreía y lograba esquivar el tema. Este sacerdote, con tantos años en Curepto, fue un testigo de Jesucristo, con amor muy grande a la Virgen María y a la Iglesia. Sin saberlo vivió el pensamiento del Papa Juan Pablo II “necesitamos más testigos que predicadores” y así fue un testimonio hermoso de vida sacerdotal.